¿Quiénes somos?

La identidad es de mucha importancia, aunque a veces no es una tarea fácil establecer una identidad que en términos generales defina lo que uno es y lo que uno hace; especialmente cuando se trata de identidad de grupo. En el mundo religioso esto es aún más complicado. Un cristiano debe agregarle algo así como un apellido a su identidad para que se sepa con mayor exactitud de quién se trata: hay cristianos pentecostales, cristianos evangélicos, cristianos bautistas, cristianos apostólicos, y muchos más. Existen muchas formas de ser un cristiano.

Muchas veces los epítetos con los que son conocidos algunos que comparten identidad de grupo se unen a cualquiera que comulgue con esa forma de identidad religiosa. Tristemente, una cosa es lo que uno usa como su identidad y otra es lo que los demás piensan y cómo lo definen a uno por asociación.

Nosotros somos Judíos Mesiánicos y nuestras congregaciones Beit Meshobeb, que en hebreo significa: Casa de Restauración.

En términos simples y generales eso significa que somos una congregación que cree en el Mesías de Israel; en Jesús o Yeshúa y que practica la fe de Israel expresada en la ley de Dios o en la Torá.

Del judaísmo aceptamos, creemos y practicamos todo lo que está escrito en la Torá y aceptamos aspectos de la tradición oral, siempre que no interfieran o sustituyan lo establecido en la Torá escrita en el Monte Sinaí.

Creemos en Dios o en hebreo, Elohim, como el Creador y sustentador de todas las cosas. Creemos que en Su esencia, Elohim se manifiesta a Su creación como Padre, e Hijo. Estas son las dos grandes manifestaciones del Eterno. Sobre el Espíritu Santo (o Espíritu de santidad), en hebreo, Rúaj HaKodesh, lo entendemos como la superintendencia de Elohim en la manifestación y proceso de redención.

Elohim se manifestó en forma humana y habitó entre nosotros en la persona de Yeshúa; sabemos por las Escrituras que él es Dios y es el único camino al Padre. En sus propias palabras: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Si me han conocido a mí, también conocerán a mi Padre; y desde ahora le conocen y le han visto», (Juan 14:6-7).

En un sentido más profundo somos judíos mesiánicos porque somos parte de una realidad que nos había sido negada. Esa realidad explícita e implícita tanto en la historia como en la profecía del pueblo judío, nos asigna nuestra participación en el olivo natural como lo expresa Pablo en Romanos 11:17, 1 Corintos 2:2 o Efesios 2:12. Pero también asumimos la realidad de lo dicho por el Eterno a Abraham cuando le dice que su descendencia será como las estrellas del cielo y la arena del mar, (Génesis 12:17). Adicionalmente, en la bendición que Jacob le da a Efraín, se le dice que de él saldrán multitud de naciones, y de entre esas naciones está surgiendo la
restauración y la práctica de la fe.

Nuestro lugar y participación en la gran familia de Israel no proviene ni la esperamos de ningún concilio, grupo u organización judía, sino de lo declarado por Elohim en Su Palabra. Por lo tanto, si nadie nos lo da, nadie nos lo puede quitar. Somos judíos que hemos optado por identificarnos con Yeshúa como nuestro Mesías y Redentor, porque como Él mismo lo dijera: «La salvación viene de los judíos», (Juan 4:22).